Manuel Baeza Sánchez
Lo dicho: no hubo sorpresa. Jorge Romero Herrera será el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN para el periodo 2024-2027.
Romero logró ayer la mayoría de los votos de militantes y simpatizantes de Acción Nacional en una jornada electoral sin sobresaltos.
Que Romero haya ganado se veía venir desde el momento de su postulación. Tuvo una rival, Adriana Dávila, ex diputada federal, pero la tlaxcalteca no podía ganar por una sencilla razón: el aparato burocrático de Marko Cortés (todavía presidente del CEN) operó para favorecer al hoy ganador. Así de simple.
Los méritos personales de Romero Herrera son válidos. El joven panista ha sido diputado local en la Ciudad de México por dos ocasiones, delegado de la alcaldía Benito Juárez, y dos veces diputado federal (lo es actualmente, pero con licencia). Fue además dirigente juvenil de su partido.
El problema no es Romero, sino que los dirigentes nacionales del PAN, y me refiero concretamente a Ricardo Anaya y Marko Cortés, aprovecharon su paso como dirigentes nacionales para sacar beneficio personal, y no para su partido, y mucho menos para el país.
Anaya y Cortés nunca se distinguieron por sus propuestas ideológicas, por alguna contribución clave o histórica a la vida interna del partido, o por los resultados de las elecciones mientras fueron presidentes. Para nada.
Usaron ambos personajes al partido para lograr provecho para ellos. Hoy los dos son senadores plurinominales. Nada mal.
Y lo peor es que en ambos procesos de elección interna, tanto Anaya como Cortés influyeron para que ganaran sus favoritos.
Hoy solo les queda a los panistas la esperanza, solamente eso, de que haya una recomposición interna y un verdadero ánimo de recuperar los votos perdidos de una ciudadanía que poco se siente identificada con los colores azul y blanco.
A ver cómo responde Jorge Romero a esas expectativas.
Manuel Baeza Sánchez es periodista, director general de ReporteBaeza.com