Juan Manuel Robledo
Ellos que hacia afuera son tan orgullosos de su fe católica deben conocer la sentencia bíblica: casa dividida no puede permanecer de pie; está mencionada varias veces en el texto bíblico. Aquí la de Mateo 12:25, “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”.
En junio de 2024, los panistas de Aguascalientes se convirtieron en los héroes de la cuestionada elección presidencial; resistieron el embate morenista y pintaron de azul el pequeño estado, mientras el resto del país se manchó del sucio color morenista.
Ahora, el panismo enfrenta el reto de renovar su dirigencia nacional; y la local, en el caso de Aguascalientes, resistiendo el ácido de la división interna.
Los intercambios entre los que aspiran a llevar las riendas del blanquiazul no parecen un debate para construir el futuro de un partido que desde su nacimiento fue oposición, posición que sin duda es la que mejor sabe jugar en el escenario nacional.
En el caso de Aguascalientes no hay medios tonos; son blancos o son negros; en una esquina el ex gobernador Martín Orozco y en la otra la gobernadora Teresa Jiménez. Es previsible que se imponga la decisión de la mandataria pero lo interesante será el intercambio de posturas; los rabiosos señalamientos, los golpes bajos, los intentos por sacar del camino abrupta y violentamente al enemigo.
La historia panista, si no la conocen pueden hacerlo con la mirada crítica de Soledad Loaeza, está llena de intensos debates; antes de salir a la calle a proclamar su programa de gobierno el panismo intercambiaba posicionamientos, argumentaciones, disensos; construía en la discusión política el consenso razonado. Esa sana costumbre se ha diluido; los panistas ya no debaten; acuerdan pragmáticamente en la mesa y le imponen sus acuerdos a los grupos más débiles.
El panismo nacional; y el panismo hidrocálido, están fracturados, divididos, separados por el odio entre facciones. No se pueden sostener de pie como lo profetizó el hijo del carpintero. Y ese resquebrajamiento ha impactado en los resultados electorales.
Cuando al país lo asfixia la política corrupta de AMLO, la 4T y la secta de Morena, los contrapesos en el sistema político son urgentes, imprescindibles; alguien tiene que ponerle sensatez al debate nacional, secuestrado por la psicopatía del Presidente. El deber histórico del PAN es asumir esa obligación. No por recuperar los espacios de poder perdidos, que también importan, pero sí por honrar su lema: Por una Patria ordenada y generosa.
Dudemos para ser realistas: ¿están los panista de estos días a la altura de las circunstancias nacionales; tienen clara la carga moral que su propia historia les impone? En otras palabras: ¿los panistas son verdaderos patriotas o solo están ahí para ocupar posiciones políticas y ponerlas al servicio de sus ambiciones personales?
Para ganarle el debate a la 4T, tarea que como oposición deberán hacer, los panistas necesitan ganar su debate interno, suturar sus heridas intercambiando ideas y no ahondar esas heridas repartiendo insultos. Requieren urgentemente perdonarse, como lo manda su fe católica, que sería muy sano que la volvieran a practicar y no solo a presumir de dientes para fuera.
Juan Manuel Robledo es director de Info Aguascalientes / infoags y politólogo de café.